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Festividad en Honor de San Rafael

     San Rafael es considerado el patrón benefactor de Hellín junto con la Virgen del Rosario. El emplazamiento de su ermita se encuentra en una de las colinas de la población, en el casco antiguo, en lo que fuera la antigua judería, hoy barrio de San Rafael, a cuyos pies se encuentra el denominado Barranco del Judío.
     De la devoción al santo (ya que la construcción de su ermita es posterior, del siglo XVII) existen datos que se remontan al siglo XVI. En las Relaciones Topográficas de Felipe II, redactadas en Hellín en 1576, se narra la leyenda de que San Rafael lograba evitar las tormentas de granizo que se abatían sobre la ciudad y destruían las cosechas. Curioso atributo que compartía por lo tanto con Santa Bárbara, de la que existen leyendas y oraciones que nos hablan de su capacidad para proteger a los seres humanos de la furia de las tormentas. Por este motivo se mantenía una fiesta en honor de San Rafael, que en la actualidad se celebra el 24 de octubre.
     A pesar de la importancia que tiene para Hellín y de la devoción que suscita entre los hellineros, pocos son los que conocen que durante la Guerra Civil se saquearon las iglesias de la localidad. Con la certeza de que lo mismo iba a ocurrir con la ermita de San Rafael, el alcalde en aquellas fechas, Baldomero Marín Ruiz, acompañado de un policía, subió a la placeta de la ermita solicitando a los voluntarios para que escondieran las imágenes en sus casas. Es así cómo fueron ocultadas las imágenes de San Sebastián, al parecer de la escuela de Salzillo, del Niño de la Bola y del propio San Rafael. De estas tres imágenes sólo las dos últimas regresarían a la ermita.
     San Sebastián fue custodiado por una mujer a la que llamaban “La Montera” y que vivía en la cercana calle de San Juan. Se sospecha lo que sucedió con la imagen, pero lo cierto es que jamás volvió a recuperarse. Mi madre, como vecina del barrio, lo vio de niña y recuerda su belleza, su talla en madera. Pero lo que más impresión le causaba al verlo era su tez oscura. El Niño de la Bola fue a parar a la calle Cristo, que se encuentra al lado. Fue custodiado por Dolores “La Bizcocha”. El primer asentamiento del exilio forzoso de San Rafael fue en la casa de la calle Virgen nº 5 (nº 3 en aquella época), justo en las cámaras que después serían las habitaciones en las que dormíamos, sin bien entonces aquella casa no pertenecía a mi familia. Pero muy pronto pasó a manos de un buen hombre llamado Horacio, que estaba casado con la tía de la que con el tiempo sería la sacristana: mi madre. El nombre de la persona que cuidó de San Rafael es Rosario Villanueva Oliva. A ellos y a la valentía a la hora de custodiar la talla se debe que hoy podamos disponer de la imagen. Se da la circunstancia de que la casa en la que estuvo la imagen de San Rafael se encuentra en la parte de atrás, en la calle Cristo, nº 2, precisamente pegada a sus muros.
     Efectivamente, como se temía, la ermita fue ocupada por las tropas milicianas. Hasta poco antes de la restauración de la ermita se podían ver las marcas de las hogueras encendidas dentro del templo. Según contaba la antigua sacristana de la ermita, Dolores Villanueva Villanueva se quemaron los bancos y las barandillas que ascendían hasta el campanario, sólo quedó un trozo en la parte de arriba.
     La familia Villanueva escondieron la imagen de San Rafael en una cámara, oculta entre aperos de labranza. Con el tiempo se colocó en un hueco de una escalera y al pasar el peligro se situó sobre una cómoda a modo de pequeño altar. Terminada la guerra, y tras arriesgar sus vidas al ocultar una imagen entre las muchas que sistemáticamente fueron buscadas para ser destruidas, la devolvieron a su lugar de origen, donde ahora se venera, la ermita de San Rafael.
     Triste final tuvieron quienes se preocuparon de que la imagen se salvara. Baldomero Marín fue ejecutado por haber sido alcalde en tiempo de guerra. El policía que le acompañaba murió, de un hachazo en la cabeza que le dieron por la espalda. Y la familia Villanueva no sólo no recibieron agradecimiento alguno, sino que se vieron despojados de sus tierras nada más terminar la contienda.
     Terminada la guerra se crearon grupos de limpieza para trabajar voluntariamente en las iglesias. A Josefa Villanueva Villanueva, le fue asignada la ermita de San Rafael. Nunca olvidará la costosa e ingrata faena de adecentar una de las dependencias, utilizada por los milicianos como retrete. En cierta ocasión llevaron la imagen a Madrid para que fuera restaurada por Rafael Millán, y sus alas fueron envueltas con el colchón de mi cuna para que no se dañaran.
     La chiquillería de la calle pugnaba por tocar la campana, pidiéndoselo a la sacristana de aquella época, Rafaela. A los niños del barrio les encantaba repicar la campana, anunciando que venía San Rafael, subiendo a oscuras la peligrosa para golpear el badajo de la campana.
     Hay que hacer una importante observación, que pasa desapercibida a la mayor parte de los hellineros, por más obvio que resulte. Si bien la devoción y el culto corresponden a San Rafael, como patrón de Hellín, la talla que conocemos es la del arcángel San Miguel, pertrechado a pesar de su apacible semblante, tan dulce, con espada y escudo. Y esto es precisamente porque San Miguel lidera las tropas de la luz, de los ángeles, contra las de la oscuridad, la de los demonios. No es ni mucho menos el atributo de San Rafael el del guerrero, sino el de sanador, de guardián de la “medicina de Dios”. La figura de San Rafael, tal como nos aparece en la Biblia, es la de peregrino y responsable de curaciones milagrosas, como nos recuerda la presencia del joven Tobías, a su lado, con el pececito en la mano.
     Tobit (también Tobías padre), hijo de Tobiel, es un piadoso israelita que es llevado preso desde Tisbe a Nínive en tiempos de Salmanasar, rey de Asiria. A pesar de su inmensa misericordia, de sus obras de caridad y de su amor al prójimo, cae en desgracia ante el nuevo rey, Senaquerib, por enterrar a las víctimas de sus atrocidades. Bajo el reinado de Saquerdón es restituido, pero al caerle en los ojos excrementos de golondrina se queda ciego. Atribulado ante tantas desgracias pide ayude a Dios para que le arrebate la vida. Dios se compadece de él y acude en su ayuda. En cierta ocasión su hijo Tobías tiene que viajar hacia Ragués para recoger una cantidad de dinero que había depositado en la casa de Gabael. En el trayecto le acompaña el arcángel San Rafael, bajo el nombre de Azarías, hijo de Ananías.
     Llegada la noche descansaron en la orilla del Tigris, donde un gran pez intentó devorar a Tobías y el ángel gritó:
     “Agarra el pez y no lo dejes escapar”. “Abre el pez, quítale la hiel, el corazón y el hígado y guárdalos; tira los intestinos. La hiel, el corazón y el hígado son medicinas excelentes”
     Tobías abrió el pez y tiró el resto, y ya continuado el viaje le preguntó a Azarías por la medicina que había nombrado.
     “Se queman, el corazón y el hígado del pez delante de un hombre o una mujer atormentados por el demonio o por un espíritu maligno, y desaparece todo tormento para siempre. La hiel sirve de ungüento para las manchas blancas de los ojos; se sopla sobre ellas y se curan”.
     Azarías-Rafael, una vez llegaron a Media, propone a Tobías que tome por esposa a Sara, una mujer acosada por el demonio Asmodeo, que provocó la muerte de sus siete maridos antes de llegar al tálamo nupcial, por lo que ella no había podido tener hijos. Ante el temor de Tobías de sucumbir por las malas artes del demonio, Rafael le aconseja:
     “Cuando entres en el tálamo nupcial, toma un trozo del hígado y del corazón del pez y échalos en el rescoldo del perfumador. Dará olor, y en cuanto huela, el demonio huirá para no volver más”.
     Tobías hizo lo aconsejado por el ángel y Asmodeo huyó a refugiarse en el Alto Egipto hasta donde fue Rafael, atándolo y dejándolo inmóvil. El hijo de Tobit sobrevivió, se casó con Sara, cobró el dinero de Sabael y regresó a Nínive, donde su padre le esperaba con desesperación. Llevaba en la mano la hiel del pez, sopló sobre sus ojos y le abrazó para darle ánimos. Después quitó con las dos manos las manchas blancas de los lagrimales y le devolvió la vista.

     Azarías descubrió su verdadera personalidad dirigiéndose a Tobías padre y a su hijo:
     “… Mejor es la oración con ayuno, y la limosna con justicia, que la riqueza con injusticia. Buena era la limosna, y mejor que amontonar los tesoros. La limosna libra de la muerte y purifica de todo pecado. (…). Cuando enterrabas a los muertos yo estaba junto a ti. Cuando dejabas la comida para dar sepultura a los muertos, yo fui enviado para probarte. Y Dios fue también quien me envió para curarte a ti y a Sara, tu nuera. Yo soy Rafael, uno de los siete ángeles que están ante la gloria del Señor y lo asisten”.
     Al escuchar la confesión temblaron, cayeron con el rostro en tierra y se llenaron de pánico. Después se levantaron y no le vieron más. “Bendecían y cantaban a Dios y le daban gracias por sus maravillas, porque se les había aparecido un ángel de Dios”.
     Este ángel de Dios es el arcángel San Rafael. Según indica el texto bíblico es uno de los siete ángeles principales, dato que se puede contrastar con un libro apócrifo: “El libro de Henok”.
     Una costumbre que tenía lugar en el pasado, y que fue cayendo en desuso con el paso del tiempo, era la de lanzar almendras y peladillas a su paso durante la procesión en que es llevado desde la ermita hasta la iglesia de la Asunción. De allí regresa posteriormente para el día de su festividad, el 24 de octubre, acompañado por el pueblo de Hellín. La que echaba las peladillas era conocida con el apodo de “La Loba” y era turronera. Desde hace muchos años siempre he tenido la costumbre de lanzar vivas a San Rafael tan pronto como hace su entrada en la placeta, llegando a la puerta de mi casa, en la calle Virgen, 5.
     El 24 de octubre de 1989 tuvo lugar el XXV Aniversario de su coronación (1964). En 1993 se dio la curiosa circunstancia de que a consecuencia de las reformas que se estaban llevando a cabo en la Iglesia de la Asunción, San Rafael fue llevado al santuario de la Virgen del Rosario, de tal forma que estuvieron juntos los dos patronos, todo un acontecimiento histórico. A la pujanza de las fiestas del barrio, caídas en desuso en los años anteriores a pesar de que tuvieron una gran raigambre en el pasado, se vienen a sumar las populares vaquillas que se han celebrado en la Plaza de Toros y la peculiar misa de campaña celebrada en la placeta de San Rafael que tiene lugar en la mañana del día 24.
     Se sigue manteniendo la costumbre de arreglar las calles para celebrar los festejos populares del barrio, especialmente alrededor de la ermita, encalando paredes y peanas, colgando banderas o estandartes y arreglando los balcones.
  

Himno a San Rafael

“Sublime Azarías,
Santo jardinero del pueblo de Hellín,
ya todos los días
nos llega el aroma de tu fiel jardín.

Eres tú, Patrono,
el Sol que ilumina la tierra hellinera.
Aroma tu trono
como flor de altura tu Ermita cimera.

Ángel Rafael,
Santo y peregrino con alas de cielo,
senos siempre fiel,
manantial dorado de amor y consuelo.

Ángel Rafael, sublime Azarías,
divino Patrono del pueblo de Hellín;
el pan te pedimos de todos los días,
siémbranos tu aroma por nuestro jardín”.